Dada la sociedad que tenemos el resultado que cabe esperar es la proliferación de sujetos que podríamos llamar “deseantes compulsivos” (¿sujetos apetentes en lugar de deseantes?). Constantemente inquietos e insatisfechos. Acto seguido el lenguaje político cada vez más en connivencia o mimesis con el publicitario nos reitera una nueva máxima: la libertad es hacer lo que deseamos. El deseante compulsivo adquiere así su buena conciencia. Heidegger definía al ser inauténtico como aquel que se mueve constantemente por la avidez de novedades para no afrontar su propio vacío. En fin, en esto creo que el cuestionado Heidegger hizo una descripción acertada de un tipo de ser que todos conocemos (quien esté libre de pecado que tire la primera piedra). No obstante, este nuevo tipo de ser parece el nuevo ideal que al menos de facto se nos impone.
Llegados a este punto es pertinente alguna aclaración. No considero perversa a la publicidad. Ella cumple con su tarea. En todo caso es un mal necesario dentro de un sistema que podría funcionar relativamente bien. Tampoco es culpable el mercado. La publicidad es inherente al mercado y no son los publicistas ni los mercaderes los que convierten a un ser impolutamente racional en deseante. Freud y Nietzsche nos despertaron de este sueño y nos hicieron ver que el hombre no es fundamentalmente racional, sino un ser deseante que durante mucho tiempo se vio a sí mismo como exclusivamente racional. Lo verdaderamente perverso es que la política y la educación asuman los mismos medios y fines que la propia publicidad. Si los publicistas tiene un interés obvio en convertir al ser deseante en ser apetente, la política y la educación debería esforzarse en tirar desde el otro extremo y empeñarse en que el ser deseante sea un poco más volitivo. La libertad está del lado del deseante que también quiere y no del deseante que solo apetece. En ese pequeño margen se juegan demasiadas cosas importantes: nuestra dignidad, nuestra libertad, probablemente nuestra humanidad. Quizá suene un poco trágico, pero a veces pienso que incluso se juega la propia civilización y el destino del homo sapiens.
¿Podríamos añadir que en este tráfico se les ha añadido,a la educación y a la política, LA SALUD?